El desarrollo de la industria en Chile trajo consigo profundas transformaciones en los centros urbanos y la necesidad de una infraestructura adecuada al nuevo sistema productivo. Impulsados por el crecimiento económico -asociado en primera instancia a las exportaciones de materias primas y, posteriormente, al auge del salitre- los establecimientos fabriles se multiplicaron a lo largo de todo el territorio de la mano de un amplio programa estatal de obras públicas y educacionales.
De acuerdo a este mismo contexto, en el año 1873 Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886) proyectó un plan de remodelación de Santiago en el que planteó numerosas modificaciones urbanas que cambiaron la imagen y el funcionamiento de la ciudad. Entre estas propuso el "Camino de cintura", conformado por cuatro importantes avenidas: Maestranza, Mapocho, Exposición y Blanco-Copiapó, que definieron los límites de la urbe de la época, los mismos que hoy demarcan la actual comuna de Santiago. Alrededor de este perímetro se ordenó la nueva infraestructura de transportes, con la construcción de los tendidos ferroviarios del FFCC del Llano del Maipo (1893) y del FFCC de Circunvalación (1910). Estos propiciaron la instalación de numerosos establecimientos fabriles en las inmediaciones de sus trazados, dando origen al denominado "anillo de hierro", en el que se concentró la mayor parte de las industrias en el Santiago del Centenario.
En el prólogo del libro Industrias Santiaguinas de Mariano Martínez, Julio Pérez Canto da cuenta del desarrollo de la industria aludiendo a los nuevos edificios que conforman la ciudad. Para Pérez, el lector: "Penetrará en grandes establecimientos, magníficamente dotados de maquinarias y comodidades, y llegará también á (sic) modestos talleres en donde el artista lucha con la materia y se engrandece" (Santiago: Impr. y Encuadernación Barcelona, 1896, p. VIII). Tales establecimientos fundaron una edificatoria industrial que -concebida para albergar máquinas y almacenar grandes volúmenes de productos- sentó el paradigma de la arquitectura urbana moderna.
Hasta entonces, los galpones de muros de adobe y cal con entramados de madera típicos de las haciendas a fines del siglo XIX habían dado paso a edificios con muros de albañilería y fachadas de estilo neoclásico que les daban la apariencia de grandes chalets. Entrando al siglo XX, una serie de innovaciones técnicas propiciaron el surgimiento de una nueva estética que se caracterizó por suprimir los elementos ornamentales -arcos, balaustradas y columnas-, propios del estilo neoclásico, en favor de una arquitectura moderna que privilegió aspectos funcionales. Estos cambios fueron reflejo de un desarrollo disciplinario más amplio que produjo, durante las primeras décadas del siglo XX, debates sobre el presente y el futuro de la arquitectura a través de distintas revistas y congresos de arquitectos.
Entre dichas innovaciones se cuentan la aparición del hormigón armado (1854) y la incorporación del acero y el vidrio pavé o verre pavé (1930), nuevos materiales que ampliaron de manera decisiva los horizontes del diseño constructivo: "…con la invención del cemento armado, una evolución se ha producido ya. No hay partes separadas, y debemos considerar el conjunto de la construcción en lo que se refiere a la estructura general, como un block, en monolito. Es evidente que la aplicación de esta nueva teoría dará por resultado un aspecto diferente al de los antiguos edificios" (Carré, José, citado en Fuentes, Pablo. Antecedentes de la arquitectura moderna en Chile. Concepción: Ediciones Universidad del Bío-Bío, 2009, p. 211).
Entre los edificios de esta época que aún sobreviven, podemos distinguir las instalaciones de los señores Ventura y Gramut (1893) -especialistas en compra y venta de chichas, vinos y aguardientes-, correspondientes a la actual Facultad de Química y Farmacia de la Universidad de Chile. Dichas instalaciones representan la primera generación de industrias de sistema constructivo mixto, con mampostería de piedra en el subterráneo, albañilería simple en el primer y segundo nivel, y estructura de cubierta de madera, bajo una fachada principal neoclásica francesa. De este mismo carácter son la exfábrica de chocolates Giosía (1920) y las antiguas bodegas de la Dirección de Aprovisionamiento del Estado (DAE), actual centro cultural Matucana 100, donde también se utilizó albañilería. Un caso diferente lo constituyen las instalaciones de Cristalerías Chile -actualmente ocupadas por un canal de televisión-, la industria textil Yarur Hermanos -que años más tarde se convertiría en la Manufactura Chilena de Algodón Sociedad Anónima (Machasa), la antigua fundición Metalco (1930) y la ex Fábrica de Sal Lobos; en todas ellas ya se aprecia la incorporación de las nuevas materialidades antes mencionadas y una apariencia simplificada.
En Chile, el patrimonio arquitectónico industrial aún no goza de visibilidad pública ni de los recursos legales necesarios para asegurar su preservación y fomentar su recuperación. Varias obras representativas de esta tipología constructiva han desaparecido sin dejar vestigio como consecuencia de cambios en el uso del suelo urbano o de nuevos proyectos inmobiliarios. De las que siguen en pie, muchas permanecen olvidadas o abandonadas, pese a ser hitos precursores de la fisonomía que presentan actualmente nuestras ciudades.
Fuente: BIBLIOTECA NACIONAL DE CHILE. Arquitectura Industrial en Santiago del Centenario. Memoria Chilena. Disponible en https://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-100574.html . Accedido en 05-02-2025.

